La palabra milagro, antiguamente miraglo, encuentra su origen en el latín miraculum, palabra derivada del verbo mirari, que significa «admirarse» o «contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción». Los latinos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades.
Desde el punto de vista etimológico, la palabra milagro no dice relación, necesariamente, con cierta intervención divina, sino que se liga al asombro ante lo sublime, tal como lo plantearan los latinos.
A raíz de esto, milagro también puede referirse a un suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa, sin implicar fuerzas divinas.
Teniendo claro el significado de la palabra milagro, creo que tenemos motivos suficientes para ver la vida como un milagro, desde la formación y nacimiento en el vientre de nuestra madre, el sistema complejo de nuestro cuerpo humano, el reino animal, vegetal y mineral; el increíble universo. Mires donde mires, cualquier cosa, que no haya creado el hombre, es maravillosa, por su perfección o imperfección. Sólo tenemos que mirar con otros ojos, cambiar la manera de observar si no lo vemos.
Creer es la base de nuestra vida. Debemos tener mucho cuidado con las cosas que creemos porque realmente tiene mucho poder. Cuando una persona tiene plena confianza en alguna cosa hace, hace que las cosas sucedan, nuestra mente y las cosas que creemos pueden hacer reaccionar a nuestro cuerpo.
Constantemente subestimamos nuestra capacidad mental. No nos paramos a reflexionar en que la mayoría de las cosas las provoca nuestra propia cabeza. De la misma manera que sanamos engañando a la mente con el efecto placebo, también somos capaces de auto-enfermarnos.
Debemos ser conscientes de cada una de las partes que forman nuestro Ser: mente, cuerpo y alma, pero no debemos olvidar que están íntimamente relacionadas. Cada una de las partes actúa en conjunto con las otras: el cuerpo reacciona según las emociones y pensamientos. Sabemos que cuando nos enfadamos nos aumenta el ritmo cardíaco, nos tensamos, sudamos… es decir, frente a una emoción el cuerpo responde, al igual que cuando nos imaginamos una comida rica, empezamos a salivar y no la tenemos en la boca, está sólo en nuestro pensamiento.
Nuestra mente es como un ordenador y somos nosotros los que debemos programarlo, con nuestras palabras, actos y pensamientos y mejor si son amorosos, de gratitud y de respeto hacia nosotros y los demás.
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